Febrero 5, 2024.

Columna Editorial.
Por: Isabel Cuervo.
Para situaciones de excepción se requieren líderes excepcionales.
A grandes males, grandes remedios, reza el refrán popular. A males radicales, soluciones radicales, diría yo.
Lo cierto es que El Salvador, luego de sus elecciones presidenciales del pasado 4 de febrero,
volvió a amanecer con un líder de excepción sentado en el palacio presidencial. Nayib Bukele ha arrasado en las urnas, como era de esperarse, y con un voto a su favor que ha sobrepasado el 85 %, el pueblo ha dictaminado que el actual dignatario siga guiando los destinos políticos de este pequeño país centroamericano.
Pequeño en tamaño, pero hoy, -al fin, luego de décadas preso de violencia y masacres- enorme en poderío político, restauración social y crecimiento económico. Un país en verdadera paz. Una paz total que no se queda en la retórica sosa, anodina y falaz como la del izquierdista Gustavo Petro, en Colombia, enemigo virtual del triunfante y probo líder salvadoreño, Nayib Bukele.
El Ministerio de Justicia y Seguridad Pública de El Salvador indicó que 2023 fue el año más seguro, en la historia moderna de este país. “Esto nos coloca a nivel de América como el segundo país y el primero de Latinoamérica (con) la tasa más baja de homicidios, apenas por debajo de Canadá, que cerró con 2,25 homicidios por cada 100.000 habitantes”, expresó el ministro de Justicia, Gustavo Villatoro, en rueda de prensa en enero pasado.
La República de El Salvador permanece desde marzo de 2022 bajo un régimen de excepción que implica la suspensión de algunos derechos constitucionales. Este régimen ha sido implantado por Bukele con el fin de poder contrarrestar y vencer a las violentas pandillas “maras” y, aunque hasta el momento los cuerpos de seguridad han logrado detener a más de 75.000 pandilleros, algunos férreos grupos “defensores de derechos humanos”, continúan calificando a Bukele de dictador, pareciendo olvidar que los DD.HH. son derechos absolutos e inalienables de todo ser humano y no son de exclusividad de los delincuentes.
Valga recordar que el número de homicidios en El Salvador se redujo el año pasado en un 68,8 %, justamente debido a este estado de excepción y al continuo estado de emergencia que se ha debido establecer en este país soberano, para lograr combatir de manera exitosa a las peligrosísimas y tristemente célebres pandillas salvadoreñas. Cero homicidios se volvieron a registrar en El Salvador este 4 de febrero, durante toda la jornada electoral.
Mientras tanto, en la confusa Colombia de Petro se perpetraron más de 90 masacres en 2023 y cerca de una decena, tan solo en enero de este año. Según el Instituto colombiano de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz), esto equivaldría a ocho crímenes masivos, por mes.
Bukele, con tan sólo 42 años de edad, ha logrado comprobar con sus medidas de gobierno que sí se puede sacar de la violencia y corrupción endémica a un país que ostentaba, penosamente, hasta antes de su llegada a la presidencia, cientos de masacres, secuestros y extorciones al año. El Salvador pasó de ser el país mas peligroso del mundo a ser el más seguro de América Latina.
Hoy, incluso, es más seguro caminar por San Salvador que por algunas calles de las principales ciudades de los Estados Unidos como Nueva York, Chicago o Los Ángeles. Ese es el fenómeno Bukele.
El líder salvadoreño, aún enfrentándose al inmenso poderío de los medios hegemónicos, ha conseguido avanzar en lo que algunos insisten en llamar, la “insólita” agenda de encerrar a los criminales en la cárcel y liberar a la ciudadanía del crimen organizado.
Ha logrado el “insólito” propósito de reconstruir un país para su pueblo, arrebatándoselo a los criminales.
Ha logrado el “insólito” fin de restaurar la ley, el orden, los principios y la verdadera democracia, arrodillando a los corruptos que vendían su patria al mejor postor.
“Hemos ganado la elección presidencial con más del 85 % de los votos y un mínimo de 58 de 60 diputados de la Asamblea”, dijo Bukele desde el balcón de la Casa Presidencial, en su discurso, la noche del domingo 4 de febrero, ante una masa exultante de felicidad.
Este triunfo aplastante, sin duda, rompe un “récord en toda la historia democrática del mundo”, así lo aseveró el popular líder salvadoreño.
Un osado Bukele, también se ha atrevido en su primer quinquenio a confrontar los métodos tradicionales del mercado y con el ímpetu que le arroba su juventud, probó arriesgarse en la ruptura del sistema financiero internacional clásico y se arrojó a tantear suerte con el Bitcoin.
Para desgracia de sus contendores, en esto también va marcando logros significativamente positivos para su pueblo. “El Salvador es el epicentro de la adopción del Bitcoin y, por lo tanto, de la libertad económica, la soberanía financiera, la resistencia a la censura y la riqueza inconfiscable”, asegura Bukele.
Y es que, a El Salvador, como país de alto riesgo, se le hace extremadamente difícil solicitar préstamos en los mercados internacionales a una buena tasa de interés, bien sea con el FMI (Fondo Monetario Internacional), o solicitando bonos a inversores privados.
Hoy, “Con el precio actual del mercado del bitcoin, si vendiéramos nuestros bitcoins, no solo recuperaríamos el 100% de nuestra inversión, sino que también obtendríamos una ganancia de US$3.620.277 dólares”, escribió Bukele en la red social X, en diciembre pasado.
A El Salvador, país hoy grande y ejemplar, no sólo para el hemisferio, si no para el mundo entero, le esperan otros 5 años de triunfo y crecimiento.
Los anti-líderes de organismos transnacionales y de las principales potencias mundiales, junto a sus órganos de propaganda y algunos pobres pueblos presos con sus corruptos tiranos de turno, se preocupan.
Y cómo no habrían de estarlo, si es que Nayib Bukele ganó con aplastante triunfo su segundo periodo presidencial en elecciones libres y democráticas, en las que participaron cinco fórmulas presidenciales de oposición y está restregándoles en la cara, con el ejemplo, lo que dicen los anti-líderes no se puede hacer, porque son “victimas de golpes blandos”, porque heredaron países quebrados y son boicoteados por sus opositores, porque 4, 5, 6 u 8 años no alcanzan para hacer cambios “progresistas”, porque tienen que ocuparse de azuzar guerras internas y extranjeras, priorizar el cambio climático a la vida humana y asistir genuflexos a las cumbres en Davos… pero lo que no dicen es que en todas esas falacias esconden una agenda de corrupción y lucro propio a expensas del hambre y el terror cotidiano al que someten a vivir a sus propios pueblos.
Sr. Nayib Bukele, usted ya pasó a la historia pero, por supuesto, como mi deber periodístico me lo impone, seguiré vigilante de su segundo quinquenio 2024-2029. Le auguro más éxitos.
Isabel Cuervo
Periodista de investigación y columnista.
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